Cada vez hay más familias monoparentales. En España, por ejemplo, un 10 % de los hogares estaban compuestos por este tipo de familias en 2018, en su mayoría formados por una madre con hijos. En países latinoamericanos esta tasa es del 11 %.
Aunque cada vez es más amplia la variedad de configuraciones familiares que nos rodean, las familias con un solo padre o madre se enfrentan a desafíos concretos y específicos, y existen distintos estudios académicos que aportan luz sobre estos desafíos.
Pertenecer a una familia con un solo progenitor puede suponer un mayor riesgo de caer en la pobreza, no solo por su situación económica, sino también por cuestiones relacionadas con el empleo, la vivienda, la salud o la falta de una red de apoyo. Las familias monoparentales tienen mayor riesgo económico, según los datos: el 54 % de los niños que viven en hogares monoparentales en España se encuentran en situación de pobreza, 12,5 puntos porcentuales más que la población general.
Además de este riesgo, las madres o los padres solteros se enfrentan a actitudes sociales negativas, aunque estas actitudes varían según cómo se llegue a esta situación: un único progenitor que nunca se ha casado o vivido en pareja son vistos de manera más negativa que los que se han divorciado o enviudado.
Actitudes negativas y discriminación
Las madres solteras participan menos en el mercado laboral y existen varias formas de discriminación que pueden sufrir en el lugar de trabajo: por ejemplo, barreras en el acceso al empleo, dificultades para conciliar, escasas oportunidades de promoción o desigualdad salarial.
En algunos casos las actitudes negativas se convierten en discriminación, como ocurre con el acceso a las tecnologías de reproducción asistida: actualmente, solo la mitad de los países europeos permiten que las mujeres solteras accedan a estos tratamientos, y tampoco permiten el acceso a las parejas de mujeres. Solo seis de los 22 países europeos informan que el matrimonio no es un requisito para someterse a un tratamiento de reproducción asistida.
También se ha investigado la posible discriminación hacia las familias monoparentales en el mercado de la vivienda en alquiler. Los autores argumentan que los propietarios pueden percibir a los padres solteros como económicamente más vulnerables que las familias con dos padres. Es decir, las actitudes de los propietarios hacia las familias monoparentales pueden considerarse un caso de discriminación estadística en lugar de una discriminación basada en prejuicio.
¿Qué ocurre en la escuela?
La mayoría de los estudios encuentran que los niños de familias monoparentales obtienen un peor rendimiento escolar y completan menos años de escuela en comparación con los niños de familias con dos padres.
Hace unos años, en 2016, realizamos un estudio experimental para investigar si existe discriminación hacia las familias monoparentales por parte de las escuelas de primaria concertadas en Cataluña. Creamos tres perfiles familiares ficticios: pareja heterosexual (hombre y mujer), madre soltera y padre soltero. En todos los casos, la pareja tiene un hijo que va empezar la enseñanza primaria, motivo del mensaje de correo electrónico que enviamos de parte de cada familia ficticia. También usamos nombres ficticios para los padres e hijos ficticios que asignamos aleatoriamente entre los más comunes en España.
Más respuestas a las familias monoparentales
En los correos, hacemos explícita la estructura familiar (es decir, monoparental o no) en la firma de los emails. En el cuerpo del correo se solicita una cita para visitar la escuela.
Los mensajes comparten una estructura común, sean del tipo de familia que sean, y no incluimos ninguna información adicional que pueda alterar la probabilidad de respuesta para cualquiera de los tres tipos de familias. Cada vez que una escuela responde a uno de nuestros correos electrónicos, rechazamos inmediatamente la invitación.
En comparación con las parejas, la probabilidad de recibir una respuesta resultó ser 6,3 puntos porcentuales mayor para los padres solteros, y 14,3 puntos porcentuales mayor para las madres solteras.
Comprobamos que las diferencias en la respuesta hacia los diferentes tipos de familia por parte de los centros educativos no varían en función de las características de las escuelas (confirmamos este último punto con un análisis de heterogeneidad). Esto a su vez confirma que ni la religiosidad ni el hecho de que la escuela sea financiada con fondos públicos parecen afectar la brecha de respuesta de las escuelas entre hogares monoparentales y parejas heterosexuales.
¿Una buena noticia?
Estos resultados descartan la existencia de discriminación hacia familias monoparentales; más bien sugieren que las escuelas están más dispuestas a interactuar con hogares monoparentales que con aquellos que están formados por parejas heterosexuales.
Nuestro experimento no nos permite determinar por qué esto es así, pero podemos pensar en algunas explicaciones plausibles:
Que haya un sentimiento de empatía hacia los hogares monoparentales, desencadenado por la percepción de que su vida es más desafiante en muchas dimensiones.
Que las actitudes positivas podrían resultar de la creencia de que los padres solteros son más maduros o tienen mejores cualidades internas.
Que las escuelas se sorprendan con este tipo de composición familiar y respondan con más energía a estos correos electrónicos.
En cualquier caso, las familias monoparentales parecen beneficiarse de actitudes más positivas hacia ellas dentro del sistema escolar que en otros entornos.