Dicen Ana Garriga y Carmen Urbita, creadoras del pódcast Las hijas de Felipe, que todo lo que nos pasa ahora ya le pasó a alguien (y probablemente fuese una monja) en el Barroco. Veo su referencia y subo otra.
Porque si algo tenemos claro a estas alturas es que todo lo que nos pasa, aunque lo sintamos especial porque nos ocurre a nosotros, ya ha sido vivido por miles de personas en diferentes espacios y tiempos. Y, en especial, ha sido vivido (y registrado) por los romanos.
Nuestra afinidad con esta cultura de la Antigüedad es viciosa. No solo logramos encontrar hilos que unen 2025 con el Imperio de aquella época sino que, si no los encontramos a la primera, los buscamos incansablemente. Porque estamos seguros –segurísimos– de que paseando por las calles empedradas de aquella civilización alguien ya se enfrentaba a nuestros mismos retos.
No andamos equivocados. Hace un par de años, casi por estas fechas, Shakira lanzó una canción de despecho que hizo que facturase como nunca hablando de lo de siempre. Porque lo mismo que cantaba ella lo vino a decir Sulpicia allá por el siglo I a. e. c.: “¿Prefieres tú una toga y una puta manoseada, con canasto, a Sulpicia, que es hija de Servio?”.
Otro que soltaba las cosas tal y como las veía era Marcial, que en sus Epigramas tanto retrata su época como su personalidad de comediante desaprovechado a quien el contexto espaciotemporal no le pudo ofrecer el late-night que merecía. Con observaciones como la que le hace a Gargiliano –“¿Cómo te costeas esa birria de toga y el alquiler de tu penumbroso cuarto?”– pone de manifiesto un problema que tiene milenios de antigüedad: el precio de la vivienda.
E igual que ahora nos enfrentamos a un clima oscilante y más vehemente –por decirlo con un eufemismo–, Roma, la capital del Imperio, tenía que protegerse con frecuencia de las inundaciones del río Tíber. Se enfrentaron al reto no solo con decretos y normas sino también con recursos humanos: personas que vigilaban diariamente que el río se mantenía en buen estado.
Otra cosa es lo que hizo Claudio cuando quiso evitar las inundaciones que se producían en los alrededores del lago Fucino buscando desecarlo. El canal creado para desviar el agua tras el vaciado se desbordó no en una sino en dos ocasiones, llevándose por delante infraestructuras y gentes. El riesgo de la obra no fue óbice para que Claudio, antes de iniciarla, celebrase dos naumaquias en el lago. Algunas fuentes dicen que en la primera se enfrentaron 19 000 hombres. Que la realidad no impida una buena fiesta.
De los romanos –de hecho, del mismo Cicerón– también hemos aprendido que los discursos del miedo funcionan. El mismo presidente de los Estados Unidos lo puso en práctica en su toma de posesión: presentamos el mundo como la pesadilla que no es para alegar que nosotros traeremos la paz.
Y si no conseguimos la paz, o si no podemos dar todas las respuestas complejas que merece este planeta loco, apuntaremos hacia algo o alguien como responsable último de lo que haya pasado. Cada época tiene su chivo expiatorio, y Roma no fue una excepción.
Pero acabemos con buenas noticias. En esa Antigüedad en la que no solo piensan los hombres, los ciudadanos entablaban conversaciones imaginarias con sus antepasados –como si estuviésemos charlando hoy con Character.AI– con el objetivo de recordar sus ideas y valores. Así no solo Sócrates podía aparecerse al lado en cualquier momento, con el cuerpo y la voz de nuestro compañero de enseñanzas, sino también Odiseo. Los amigos imaginarios siempre han existido y siempre han sido útiles.
Por último, aunque el baile no siempre ha sido bien visto (en el bicentenario de Johann Strauss II conviene recordar que cuando popularizó el vals, se consideró que era demasiado rápido y obsceno para las parejas), ¿cuándo han hecho caso los romanos a las apariencias? Como nos enseñó Claudio unos párrafos más arriba, que la realidad no estropee una buena fiesta.
Entonces, ¿qué hemos heredado de los romanos? ¿Además de… “el acueducto, el alcantarillado, las carreteras, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación y los baños públicos”?
Pues hemos heredado la pasión por rebuscar en el pasado para aprovecharnos de lo mejor (normalmente, aunque a veces también lo peor) de quienes nos precedieron.
¿Y qué no hemos heredado? El saludo romano, eso seguro.