La internacionalización de la educación superior ha sido, durante décadas, un vehículo clave para fomentar el entendimiento global y el intercambio cultural. Los programas de movilidad estudiantil, de captación de talento internacional y de colaboración para la investigación entre países han contribuido a un ecosistema educativo global innovador y conectado.
Sin embargo, en los últimos años, las tensiones geopolíticas, sumadas a desafíos económicos y de seguridad, están fragmentando este espacio común de aprendizaje.
Impacto de la nueva geopolítica
El panorama geopolítico actual presenta riesgos para la cooperación académica. Las tensiones entre Estados Unidos y China han puesto el foco en cuestiones como el robo de propiedad intelectual, el espionaje tecnológico y la seguridad nacional.
En Europa, la invasión de Rusia a Ucrania y el alejamiento de Rusia de Occidente han causado la suspensión de acuerdos con universidades rusas, dificultando los intercambios y generando mayores obstáculos para los estudiantes rusos. La reconfiguración de alianzas internacionales está afectando directamente a la diplomacia educativa y a sus comunidades.
A estas tensiones se suman el auge del nacionalismo y el retroceso del multilateralismo, que han endurecido las regulaciones de visados en países como Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá.
Un ejemplo: en 2020, el gobierno de EE. UU. revocó en apenas tres meses más de 1 000 visados de estudiantes chinos aludiendo a razones de seguridad nacional. Otro ejemplo más: en Australia, en 2024, el gobierno endureció los requisitos de entrada y aumentó las tarifas del visado estudiantil, que pasó de de 710 a 1 600 dólares australianos (cerca de 425 y 960 euros respectivamente).
Estas barreras dificultan tanto los intercambios estudiantiles como las colaboraciones de investigación, favoreciendo la regionalización de las alianzas académicas.
Más barreras a la internacionalización educativa
La geopolítica de la tecnología también juega un papel central en este contexto. Preocupaciones sobre la transferencia de conocimientos estratégicos han llevado a restricciones más severas en proyectos de investigación conjunta. Especialmente en campos emergentes como la inteligencia artificial, la computación cuántica y la biotecnología. Estas medidas, aunque comprensibles, limitan el alcance de la colaboración global.
Pero la cuestión económica también cuenta. La crisis global de la vivienda ha hecho que en muchas ciudades universitarias el coste de la vivienda limite los intercambios estudiantiles y la llegada de estudiantes foráneos. En Dublín, por ejemplo, el alquiler estudiantil promedio aumentó más de un 30 % entre 2020 y 2023. Esto ha impulsado a universidades y gobiernos a desarrollar estrategias para facilitar el acceso el alojamiento de los estudiantes extranjeros.
Por otra parte, muchas universidades enfrentan una creciente presión por parte de movimientos populistas que buscan politizar los campus universitarios, socavando su independencia académica y acusándolas de promover adoctrinamiento ideológico.
El valor de la internacionalización
Pese a todo, la internacionalización sigue siendo una herramienta indispensable para las universidades, las instituciones y la sociedad. Estudiar y convivir con personas de otros países permite adquirir distintas perspectivas de cómo se ve el mundo. La diversidad de lenguas, opiniones y culturas fomenta la comunicación, la tolerancia y la empatía.
El programa Erasmus ha permitido a los estudiantes europeos ver todo lo que les une, fortaleciendo su identidad europea.
Además, estas experiencias promueven la autonomía, la resiliencia y las habilidades interculturales, altamente valoradas en el mercado laboral. Un estudio de la Comisión Europea reveló que, cinco años después de graduarse, los titulados con experiencia internacional presentan una tasa de desempleo 23 % menor que la de quienes no participaron en programas de movilidad o formación en el extranjero.
Fortalecer la internacionalización universitaria potencia la transferencia de conocimientos, fomenta proyectos con mayores recursos e impacto, y promueve la adopción de métodos de enseñanza innovadores.
Beneficios sociales
También hay un impacto económico positivo en este proceso. En Australia, los estudiantes internacionales generaron en 2022 más de 40 000 millones de dólares australianos (unos 24 000 millones de euros). Eso es el 18 % de las exportaciones de servicios del país.
Además, promueve el intercambio de ideas, estimula la innovación y facilita la búsqueda de soluciones conjuntas a desafíos globales como el cambio climático, las pandemias y los avances tecnológicos. La diplomacia académica refuerza la confianza en la cooperación internacional y contribuye al desarrollo sostenible, la justicia social y la colaboración global.
Proteger la internacionalización académica
Diversificar alianzas internacionales se ha convertido en una necesidad estratégica. Un ejemplo destacado es Australia que, en respuesta a las tensiones con China, ha consolidado vínculos académicos con el Sudeste Asiático y Latinoamérica.
El gobierno australiano ha impulsado el New Colombo Plan para fomentar el conocimiento de la región del Indo-Pacífico mediante becas, pasantías y formación en idiomas, apoyando significativamente la movilidad estudiantil en la región.
Cuestiones prácticas
Para facilitar el acceso a viviendas asequibles a sus estudiantes internacionales, la Universidad de Utrecht ha desarrollado programas de alojamiento a través de proveedores inmobiliarios para reducir la presión del mercado de alquiler de la ciudad.
También es crucial simplificar los procesos administrativos y crear programas que reduzcan las barreras de entrada a los estudiantes internacionales. Por ejemplo, Alemania facilita la movilidad académica de los estudiantes e investigadores internacionales que recibe a través del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD).
Una fuerza transformadora
Es indispensable salvaguardar la libertad académica y reforzar el papel de las universidades como espacios de diálogo, innovación y cooperación internacional para que docentes, investigadores y estudiantes desarrollen y debatan ideas sin temores ni restricciones externas. La producción de conocimiento crítico y diverso es esencial para enfrentar desafíos globales como el cambio climático, la justicia social y el avance tecnológico.
La internacionalización universitaria debe ser una fuerza transformadora en un mundo interconectado. Potenciar la educación impulsa el progreso social y refuerza la cooperación global. Hay que promover y proteger una educación global, que permita abordar los retos del siglo XXI y fortalecer las bases de un futuro más justo y colaborativo.